sábado, 18 de abril de 2009

REDOBLE DE PACIENCIA

Metro de Madrid informa;

“Los trenes circularan toda la mañana con retraso por crisis de identidad.
Los minutos del reloj digital suspendido en la estación sufrirán de hiperventilación
intermitente.”

Dilataba la resignación su respiración precipitada, exhausta, al ritmo que marcaba el
pulso en mi nuca.
Escucho su agonía.
Era el éxtasis del tiempo que se transmitía como una plaga inclemente por el andén.

Tu no estas aquí… pero yo tampoco.

Miro al suelo y lucho por esquivar a los seres arremolinados en un ángulo de mi visión periférica, acechando la pupila.
Sus reflejos vítreos me punzan una y otra vez en un sinsentido de caricaturas, provocándome.
No pienso examinaros.
Cierro los ojos. Siento consuelo súbito.
- Alguien debió prohibir que me acostumbrara a esto. No quiero ser un experto en
diagnósticos de subsuelo-.

Viejas sensaciones, de nuevo. Condeno la corriente atérmica que murmura por
los pasillos, desconcierta mis tobillos con su frío – calor. Ahora recorre mis tibias y
cala las rodillas. Si, está en ascenso.

Me descuido. Se rebela un párpado, cedo.
El atrevimiento de volver al espacio descubre una colilla entre mis zapatos.
Claridad en el abismo. Te pienso. Tu perfil fumando. - Dame una calada antes de embarcar…-
Sonrío sin arquear los labios.
Te diluyes. Maldigo al ser anónimo que hace chirriar al coloso de acero en su frenada y
me aparta de ti. Atropella tu recuerdo.
Hace rugir un silbido ensordecedor tras los cristales tintados.
Quizá él tenga su propia colilla… no, es imposible. Alguien sin rostro no debería tener
sueños.

Salvo el vacío y me dejo devorar por las fauces de la bestia, un día más.
Los latidos inertes de los entes que agonizan a mi espalda verifican que el estómago de
la ciudad aún no ha sido saciado, destapará su lengua viperina para granjearse nuevas
victimas que colmen su apetito.


Compruebo mi peaje. Un euro bajo la lengua para pagar a Caronte. Ese es el precio.
El alma esta de oferta en la capital. La orilla estaba infecta de billetes a un euro.
La góndola subterránea surcaba el Hades mientras la cintura de la gruta se ceñía más y
más.

-Quisiera que viajaras conmigo. Sin hablar pero cogidos de la mano.-


Os observo y no veo más que frentes enlatadas sin cobertura.
Es temprano para abrir un bloc de notas. No me obliguéis.
Me asfixio pero aún no estoy enraizado a las vías. Vosotros sí.
Encallecidos. Sumisos. Debo confesaros que nuestros encuentros mudos
cada día me marean más.
¿Es este vaivén esquizofrénico? No, es el aliento de vuestras entrañas.
No me mires así, es lo que pienso de ti también. He madrugado demasiado para ser
indulgente.

Algo se anuncia en mis sienes...ah si, otro redoble de paciencia.

Siento como el vagón se funde, nacen las primeras gotas de sudor en los cristales de
emergencia y el traqueteo provoca una competición de deslizamientos. A las figuras
pétreas no les parece interesar el espectáculo de su propia decadencia. Se
desenrosacan los tornillos. Ansiedad.
Busco refugio en mi propia claridad, pero estoy anegado en esta profundidad
clandestina. Nadie percibe que me estoy descarrilando.

Necesito una bocanada de aire fresco que purifique el tóxico que recorre las arterias de
la urbe. Noto el veneno pidiendo paso en mi garganta. Ahora no puedo abdicar.
Sólo una parada más.

La encuetro. Te encuentro -Agárrate a mi-.

Silencio abrupto. ¿Interminable?
No.
Vuelvo a perder la verticalidad.
Me abandona tu tacto. Estupefacto me compruebo, no he naufragado. Justo al tiempo que se acaba tu analgésico,
la corriente comienza a sosegarse.
Los remos descansan su esfuerzo y el animal nivela sus bocanadas hasta desembocar en una
gran expiración.

"Atención, estación en curva, al salir tengan cuidado para no introducir el pie
entre coche y andén". Otra voz sin dueño se cernía sobre la caverna y advertia
de los peligros mas contingentes del averno.
Mi designio se escurrió por el hueco anunciado. Mis extremidades, por el contrario, no.
Ne apoyo en ti, me impulso y me sigo proyectando.

Aire menos denso de ipso facto. Permite el avance.

Ladeo el cuello. Los caudales de zapatos y tacones trataban de desembocar
en una única corriente de calzado. Acompasados,casi sincronizados.
Energías ambigüas subiendo escaleras programadas.
Las siluetas mecánicas marchan y calculo la proximidad de un óxigeno menos adulterado.
Voy hacia él.-Ven hacia mi-.
Te recibo. Con mucha más vehemencia, ahora. - Inspira conmigo -

Se desprende el techo. Estamos cerca. -hemos sobrevivido-. Por el momento.
El asfalto saluda con su gris despertar a los pensamientos en remolino. Giramos.

Esquivo el último escalón.
Sólo ocho horas de trabajo por delante. Se tambalea la peonza y su costado rueda
irregular por el suelo hasta detenerse.

Ajustas mi corbata y estiras tu nariz en dirección a mi barbilla. - Gracias, creo que el
resto lo alcanzo sólo- Te susurro.
A la vuelta imploraré que me rescates aspirando los destellos que se cuelan
en tu Purgatorio.
-Quédate aquí y custodia mi paciencia-. Llego tarde.

Cada vez más lejanos, más remotos, los tambores repican.
Redobles, redobles. Se distrae en los códigos de barras que gestionan en el pavimento la
prioridad del más débil.
Redobles, redobles, se acentúan en las cajas herméticas que recorren frenéticas la
columna vertebral de los edificios.
Tercera planta.
Redobles, redobles, se expanden, se alivian, se traducen.
Y te tengo dentro. Y quiero extinguirte. Pero no te consumes…

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............................

…Otra vez aquí, pero parece que comienzo a sentir la planta de los pies.
Es primavera y percibo que algo esta cambiando. Supongo que seré yo
mismo.
Este hormigueo agradable en mis pestañas. Si, puede ser el motivo.
Déjame cinco segundos nada más, que nadie me desvele. Estoy aprendiendo disfrutar de
los intervalos que se detienen entre el cielo y el infierno.
He conseguido zafarme de la fijación que sufre el resto de mortales.

Nada tiene que ver el carnaval de aceras allá en la superficie que penetra con luces de
otro decorado. Tampoco el polen que se cuela por las alcantarillas tiñendo las canas
desgastadas del invierno y convirtiendo al metro en un enfermo menos alérgico que
el año anterior.

La única razón real es que sigues aferrada a mi mano, compañera de viaje. Me guías por
los callejones de este laberinto de lombrices. Refugiados. Me enseñas que es posible
amar por goteo desde aquí abajo. - Espera junto a mí al verano- . Ya queda menos.

Estas aquí, yo también. Me basta con suponerte ahora que te presentas nítida.
No hay punzadas, no hay asfixia, no hay frenazos.
Estoy dormido como un recién nacido. Mecido en este abismo, me dispongo a visitarte.

Me aproximo desnudo, libre de prisas, libre de redobles, libre de trayectos bajo
Madrid.

Despierta, no sueltes mi mano. Nos bajamos en la próxima estación...